1 mar 2010

URTUBEY ATRAPADO EN LA BUTACA DE PECHITO LÓPEZ

El hermano mayor del Gobernador había puesto el dinero de la garantía para que el piloto cordobés corriera en la F1. ¿Habrá devuelto antes el préstamo que le concedió el Fondo Provincial de Inversiones de Salta?

-Así que al Alejandro, el hermano mayor de Urtubey, le hicieron más 800 lucas verdes con ese asunto de Pechito López.
-Parece que si, aunque él salió ahora a decir que fueron 230 mil, “solamente”.
-Se contradice. Cuando empezó a trinar contra el responsable del “desfalco”, Felipe McGough (se pronuncia Magú, igual que el chicato del dibujito animado), precisó que el 8 de febrero pasado depositaron los 830 mil que tenían que poner de garantía para asegurarle la butaca al piloto cordobés en la Formula 1; después rebobinó.
-Siempre se habló de que eran 830 mil dólares los que había que poner por delante. Capaz que entre las transferencias y los depósitos tienen escondido algún otro chanchullo financiero-cambiario y en medio del ataque de bronca el Alejandro se fue de boca. Estaba sacado con el micrófono. Le dijo de todo a McGough: chanta, inepto, hampón…cualquier cosa menos bonito.
-Que sean dos treinta, ocho treinta, o los ocho millones del total, el caso es que se trata de mucha plata y no va quedar así.
-No sólo por la plata sino también por el papelón para el Gobierno K. No se sabe quién fue el que hizo valer sus contactos con Olivos, pero lo cierto es que hasta a la Kristina la empaquetaron con moñito, foto y todo lo demás.
-Lo que salvaron ellos fue la plata. Hace un par de semanas un funcionario de la Presidencia pidió cámara para desmentir que hubieran anticipado algún peso, como lo hizo Alejandro Urtubey.
-Igual habría que tratar de averiguar si la del hermano mayor del Gobernador era de él o la sacó de otro lado.
-Es verdad. Por lo que se sabe, el dueño de la Top Race todavía no pagó el préstamo que le hizo el gobierno de Salta antes del año 2003, con dineros del Fondo Provincial de Inversiones.
-No nos adelantemos, a lo mejor algo devolvió.
-Puede ser: en marzo del 2008, o sea hace dos años, cuando Juan Manuel Urtubey acababa de asumir en la Gobernación, aseguró que no sólo la iba a pagar sino, además, con intereses. No dijo cuando, pero prometerlo lo prometió.
-¿Eran 2.000.000 de pesos o de dólares?
-Y, fue en la época del 1 a 1, de manera que la cuenta equivalía a la moneda norteamericana.
-Un paquete de guita.
-Efectivamente, y en efectivo.

MENEM, BIOY CASARES Y LA NUEVA ARMADA BRANCALEONE

El ex presidente, con su notable ausencia en la sesión especial del Senado, dio una clase teórico-práctica del arte de la política. Veinticuatro horas más tarde, al advertir que más de uno no la había entendido, la resumió así: “La situación política e institucional del país es suficientemente seria como para tratarla con superficialidad, ingenuidad o con capacidades de aficionado”.

Si alguna vez se cuenta la historia del kirchnerismo/antikirchnerismo, el miércoles 24 de febrero de 2010 va ser registrado como la jornada en la que Carlos Menem hizo su reentré, a distancia, para dar una lección magistral de ciencia política.
Quizá nunca, al menos desde que entregara el poder en 1999, el ex presidente haya tenido enfrente un auditorio igual de expectante al que le pusieron a disposición sus más enconados adversarios.
Tuvo todo servido: el grueso de la prensa, con Clarín a la cabeza haciendo periodismo de anticipación (tituló “La oposición va hoy por el control total del Congreso”); el oficialismo, en inconsolable duelo al haber perdido la mayoría senatorial de la que disfrutó durante largos años; el contubernio “no K”, de imprudente festejo por la presunción de que había alcanzado el mágico número 37 para el quórum propio; los Kirchner, cada vez más desencantados con la Justicia afín; y el conglomerado ciudadano flojo de memoria y entendederas, todavía dedicado a negarlo y denostarlo sin piedad.
Fue con ese escenario cargado de ansiedad que el riojano se volvió a comportar como un maestro. No solamente le rehusó el cuerpo a su banca sino que, además, se impuso silencio de radio y de teléfono permaneciendo a mil y pico de kilómetros de distancia del recinto. Nadie esperaba encontrarse con tal sorpresa. Todos quedaron colgados de un pincel. Y cada uno de los sectores involucrados dejó al descubierto un alto grado de vulnerabilidad, de incompetencia y, sobre todo, de incapacidad de criterio para reconocer la realidad.
En efecto, este conglomerado de fuerzas doctrinaria e ideológicamente antagónicas, que pretende asumirse como “la oposición” a los Kirchner, terminó haciendo un papelón. En su debut senatorial -antes, durante y después- resultó no ser más que una triste caricatura autóctona de aquella hilarante Armada Brancaleone, con la que en los años 60 nos deleitó el cineasta italiano Mario Monicelli.
Lo lamentable y riesgoso es que aquí no se trata de una irreverencia a la historia medieval sino del drama real en que se debate la Argentina, con una clase dirigente política y social que persiste en sus errores, que pareciera negarse a aprender las lecciones que le brinda su propio pasado. De hecho, bastaría con que mirase una década atrás para verificar el resultado de la aventura que significó el rejunte objetante -la Alianza 1999-, cuyo penoso final lo grafica la imagen del helicóptero de Fernando de la Rúa.
En ese curso acelerado de arte político que brindó el otro día, Menem no se privó de maltratar a sus colegas parlamentarios y, en la persona de ellos, a la mayor parte de la dirigencia nacional: los llamó superficiales, ingenuos y aficionados. Y no hizo distingos con su cruda descalificación, los metió a todos en una misma bolsa.
¿Qué fue lo que quiso evidenciar el senador riojano, primero con la elusión de la sesión en el Congreso y, luego, con la declaración citada?
Para caracterizar el contenido de esa bolsa, aun sin respetar el espacio que corresponde a cada sector por la cantidad de bancas senatoriales que ocupa, es indispensable empezar por la representación radical. Ocurre que en ella se ven reflejados muchos rasgos comunes de la política nativa.
La UCR sigue siendo el partido de la retórica vacua, presuntuoso abanderado de la legalidad institucional, carente de vocación de poder e incapaz de reponerse de los tremendos fracasos en que culminaron su par de recientes gestiones de gobierno, la de los años ’80 y la que inició el siglo XXI.
Aferrada a ese discurso decimonónico, la operatoria de su dirigencia no pareciera distinguir entre lo fundamental y lo accesorio. Frente a un gobierno como el de los Kirchner, que ha demostrado con creces su más absoluta indiferencia por las formalidades y las buenas costumbres, sus “líderes” actuales -Gerardo Morales, Ernesto Sanz y el propio ex transversal Julio Cobos- persisten en mantenerse dentro de la línea emocional de quienes los precedieron.
La gobernabilidad, la institucionalidad, la legalidad y, en particular, el respeto a la división de poderes son palabras con las que se llenan la boca. O sea, todo lo que al kirchnerismo le resbala por la epidermis a ellos les obnubila el horizonte. Es como que no perciben la realidad que los circunda.
Estos “líderes” radicales del siglo XXI semejan réplicas del Balbín del verano del ’76 y el Alfonsín de la Pascua del ’87. Hay que recordarlo.
Ricardo Balbín, el 21 de marzo de aquel año siniestro, afirmaba que “a las elecciones hay que llegar aunque sea con muletas”. Y lo decía mientras a su alrededor el panorama no podía ser más desolador para “la República”: Isabel Perón lloriqueaba en Olivos, el terrorismo Triple A, montonero y erpiano hacía silbar las balas y tronar las bombas en las calles y en los cuarteles ya le habían puesto día y hora a la toma del poder y el inicio de la represión.
Raúl Alfonsín, luego de desgañitarse hasta aburrir recitando que “con la democracia se come, bláblá”, tiró todo su verso por la borda cuando anunció que “la casa está en orden”, mientras los carapintadas celebraban su triunfo en los cuarteles que habían sublevado.
La “gobernabilidad” de la que hoy tanto hablan sus herederos les permite a los Kirchner ejercer el poder sin ningún control: es la de la captura de los fondos de las AFJP, la de la 125, la de la libre disponibilidad de los recursos presupuestarios, la de concentrar toda la caja en manos del Estado Nacional, la de las prebendas para los amigos, del clientelismo descarado, de la borocotización, en fin, del bastardeo moral y ético de la política.
Ése es el contexto de la “gobernabilidad” que defienden. Los radicales, al igual que en el pasado, no parecen ver más allá de sus narices.
Nunca más oportuno que citar aquí a Adolfo Bioy Casares. En su diario íntimo recopilado por Daniel Martino para “Descanso de caminantes”, eligió con su reconocida agudeza dos perfectos ejemplos para comprobar la certeza del significado de la expresión contradictio in adjectio (‘contradicción entre un término y lo que se le agrega, por ej. entre un sustantivo y su adjetivo’). Uno de ellos configura una síntesis admirable:”El lúcido radical”.
En el reparto del Senado están los tres legisladores que conforman el bloque del Frente Cívico de Córdoba. Son Luis Juez, Norma Morandini y Ramón Mestre, todos ellos cortados con el mismo molde de la UCR. El discurso es el mismo, la cortedad de miras es igual de patética. A través de los años de sus respectivas formaciones abrevaron en el alfonsinismo y en el angelocismo. Poco y nada es lo que los distingue de quienes fueron sus compañeros de escuela, como no sean el resentimiento y sus propias ambiciones de protagonismo. Con el agravante de que el líder de la bancada -el juecista, Luis Juez-, sobresale con salidas chabacanas y manifiestamente inoportunas. (“Si no juntamos los 37 senadores porque la Ferrari no arranca…”; "No soy un pavote. Me doy cuenta de lo importante que es su voto, pero seamos claros, tengamos alguna cuota de dignidad. ¿Ahora hay que convertirlo en un prócer para que baje a votar?", fueron sus desafortunados aportes al papelón del otro día).
También están los unipersonales de Rubén Giustiniani, un santafesino de discurso pasado de moda -entre socialista y social progresista- que, además, debe cuidarse de comprometer la suerte de su partido en el gobierno de su provincia; el monobloque de María Eugenia Estenssoro, ayer en el Recrear de Ricardo López Murphy (ex UCR) y hoy en la Coalición Cívica de Elisa Carrió (ex UCR); el de Samuel Cabanchik (Proyecto Buenos Aires Federal) que llegó a su banca de la mano de Carrió; el del renovador salteño Juan Agustín Pérez Alsina, que se maneja con cierta independencia, aunque sin romper la alianza frentista del antirromerismo que puso en el gobierno provincial a Juan Manuel Urtubey; entre otros.
Y por último está el agrupamiento de los peronistas disidentes -salvo Carlos Menem, excluido de las cercanías K desde el primer minuto- que se fueron alejando de la Casa Rosada a lo largo de los 6 años de kirchnerismo en el poder. La base de este grupo la conforman Juan Carlos Romero, Liliana Negre de Alonso, Sonia Escudero, Hilda González de Duhalde, Delia Pinchetti, y Adolfo Rodríguez Saa. De ninguno de ellos se puede pensar que sea ingenuo,
superficial o improvisado. Y, mucho menos, que actúen como niños de pecho ni que ignoren los puntos que calza el ex presidente. ¿Pueden haber creído que lo llevarían así nomás a sentarse codo a codo con personajes a los que desprecia, como al cordobés gracioso? ¿Lo ningunearon, según interpreta la prensa? ¿Los traicionó Menem y negoció algo que benefició a quien considera un enemigo acérrimo? ¿O, sencillamente, se replegaron confiando en que la ausencia del riojano fuese todo lo aleccionadora que debía ser para esa suerte de Armada Brancaleone que pretende ganarle a los Kirchner?
Y en este último supuesto -por si el resto del mosaico anti K no lo conoce- nada más oportuno que citar el otro ejemplo de “contradictio in adjectio” seleccionado por Bioy Casares: “El probo peronista”.